
Roy Nathanson «Subway Moon»
El jazz es un estilo musical marcadamente urbano, firmemente apegado al hormigón y a los sótanos de altos edificios ya desde que emigró de New Orleans en los años veinte del siglo pasado. Sus sofisticados ritmos y armonías, sus elaborados cambios y experimentos sonoros, difícilmente casan con los espacios abiertos, la luz y los asentamientos humanos de pequeño tamaño.
Comento todo esto porque lo primero que me viene a la mente cuando pienso en el nuevo disco de Roy Nathanson es que se trata de una grabación terriblemente urbana, incluso teniendo en cuenta esa urbanidad esencial del jazz…. En esta ambiciosa y muy atractiva grabación el saxofonista ha tratado de utilizar musicalmente algo tan rutinario y en principio poco excitante como el trayecto habitual en metro al trabajo (en su caso, de Brooklyn a Manhattan en el tren Q). Un discreto y eficaz trabajo de mezclas a cargo de Hugo Dwyer ayuda a traer a casa ecos de ese metro newyorkino y de sus usuarios, que forman parte esencial de, y están perfectamente imbricados en, el discurso musical. Un destilado de poemas y textos recitados, también perfectamente integrados en ese discurso, termina de conformar una obra terriblemente personal donde la irreverencia y el humor casan con la poesía sin chirridos ni fricciones.
Pero tranquilos, «Subway Moon» no es un refrito de samplers y poemas sazonados con música de aroma jazzy. En su nuevo disco Nathanson ha facturado una ecléctica y equilibrada pieza sonora, excitante y olorosa.
Es curioso que la grabación arranque con un amable canto a la esperanza y el buen rollo (Love Train, único tema no compuesto por Nathanson de los diez) y termine con esos versos exaltados (“Are you killing me…”) en Safer End Of Subway Moon. Entre medias, ritmos infecciosos cortesía del buen hacer preciso y elástico del bajo de Brad Jones y las siempre sorprendentes y musicales percusiones vocales de Maddox (Party, Dear Brother) se alternan con sugerentes interludios de los saxos en solitario (Alto Rain) o en dúo (Two Horn Rain) sobre el sonido hipnótico y hechizante de la lluvia. La complicidad de los músicos participantes en la grabación es absoluta, y sus intervenciones resultan siempre excitantes: Curtis Fowler (viejo camarada de Nathanson ya desde los Jazz Passengers) aporta ese trombón callejero, de vibrante y grandón sonido; Sam Bardfeld su original violín (Subway Noah); Bill Ware su vibráfono tan musical como percusivo (Dear Brother);…
No siempre mantiene Nathanson el delicado equilibrio de la grabación; en Orange Alert cierta dispersión emborrona los logros de un tema por lo demás muy bien planteado sobre el trabajo sobresaliente de Brad Jones. Es curioso como hacia su parte final «Subway Moon» tiende por momentos hacia una especie de caos sonoro, que en la mencionada Orange Alert alcanza a la propia forma del tema y en Stand Clear se canaliza mediante el violín arrebatado de Bardfeld.
«Subway Moon» (precioso título, por cierto) es una obra de orfebrería finamente engarzada, llena de grácil músculo mundano. Su poesía anida en un estrato poderosamente íntimo de nuestro inconsciente, tienta pero finalmente esquiva la identificación con la cultura burguesa y, en esa difícil pirueta, está a punto de caer pesadamente en una variante doblemente autoconsciente de ella… pero logra salirse con la suya y termina bailando jocosamente sobre el filo de tan acerado abismo. Como vibrante resumen de todo ello el tema Dear Brother, con sus ritmos callejeros acompañando un recitado y unas ominosas voces operísticas apoderándose del tema conforme este avanza, mientras los músicos van trenzando preciosas improvisaciones (ese trombón terroso, ese agónico violín, el emocionante alto…).
© Ricardo Arribas, 2009
La banda de Nathanson presentando el disco en el Saalfelden Jazz Festival 2010.
Sorprendente disco, de extraordinaria creatividad. Me ha recordado mucho a Zappa en su eclecticismo, la voz queda del narrador, la mezcolanza de voces y estilos, como un moderno collage, con ese sensual contrabajo de fondo, los ritmos vocales… No conocía a R. N. y me ha encantado.
Gracias, Ricardo.