Buenas.
Llevo varios días con ganas de entrar al trapo en este hilo y debatiéndome entre la clara conciencia de que hablar del tema me hace en realidad más daño que favor, porque cada vez que lo hago me pongo de una leche que pa’ qué, y la conveniencia, siquiera por educación y solidaridad, de pronunciarme y compartir mi opinión con los compañeros del foro que han hecho lo mismo.
El único comentario que he hecho hasta la fecha en este foro sobre la situación política, económica y social que estamos viviendo, que había escrito discretamente, sin pretensión de entrar en debate, como un simple off topic, y que ha quedado trascrito más arriba, podría firmarlo también hoy mismo, y quizás añadiría que, en realidad, las cosas están incluso peor de lo que allí decía. Mucho peor.
Creo que no voy a ser precisamente muy constructivo, porque tal como está el panorama no sé cómo hacerlo, así que el que esté decaído o rondando peligrosamente la depresión nerviosa que se abstenga de continuar leyendo, porque de aquí no va a sacar más que un fuerte dolor de cabeza y más preocupaciones.
A Jorge sólo le diré que respeto su opinión sobre ZP, claro está, pero que me duele que, a pesar de sus muchos errores –que han sido muchos, sí- al menos no haya sabido reconocer cuando lo ha tenido delante a un político vocacional y honesto hasta la médula. Y lo sé porque me consta, aunque tratándose de un político haya que poner cualquier afirmación en este sentido en lógica cuarentena.
No es lo mismo salir de la Moncloa con las maletas mismamente como llegaste (tal vez peor, a juzgar por opiniones como la de Jorge, pues me temo que ZP va a tener que vivir largo tiempo sufriendo un inmerecido descrédito) que, yéndome a lo inmediatamente previo, aprovechar las tareas de gobierno para congraciarse con un presidente petrolero norteamericano que, basándose entre otras cosas en informes de nuestro CNI que aseguraban la presencia de inexistentes armas de destrucción masiva, promueve en países casualmente llenos de petróleo guerras injustas que han acabado con la vida de un montón de gente inocente, asegurándose con ello un prometedor futuro para sí en la empresa privada tras su paso por la política activa; o tampoco es lo mismo, yendo aún un poco más atrás, que promover secretamente la guerra sucia contra el terrorismo de ETA utilizando los medios e instrumentos humanos, económicos y materiales del Estado, tolerando unos niveles de corrupción política increíbles para luego jubilarse calladamente pasando a la vida privada con unos lucrativos negocietes en Sudamérica y ejerciendo cargos de consejero en conocidas empresas transnacionales, actividades sólo descuidadas en sus ratos libres para dar conferencias y lecciones magistrales con su poderosa dialéctica a jóvenes y tiernos admiradores que escuchan embelesados y que, por lo visto, aún no han tenido luces, tiempo ni preocupación por averiguar que eso que ha hecho y hace, bien que no lo que exquisitamente dice, no es la democracia ni él puede dar ejemplo o lecciones de nada.
La verdad es que hace ya mucho tiempo que he perdido totalmente mi confianza en los políticos, en TODOS los políticos. Ya son demasiados los ejemplos que ilustran y confirman que la política desde hace decenios no es entendida como actividad pública en defensa del interés general, sino más bien como un trabajo que hace posible cumplir exclusivamente con el propio interés de los que la practican y, de paso, del de sus partidarios y amigos.
Nuestros políticos hablan mucho, sí, pero cuando llegan al poder hacen por lo general lo contrario de lo que dijeron para alcanzarlo, y la ideología que les llena la boca tiene más que ver a la postre con la conveniencia de sus partidarios y aduladores, cuando no de la suya propia y personal, que con el interés general de la gente, que siempre alegan con mucha floritura dialéctica y casi nunca cumplen. Incluso podemos observar a veces cómo los representantes de partidos con escasas posibilidades de triunfo electoral se permiten, sabedores de ello, llenar sus programas con promesas que dejan corto el trasunto fantástico de cualquier cuento de Andersen o de los hermanos Grimm.
La única virtud de la época actual es que ahora a los políticos se les nota mucho más su total ausencia de una mínima ética, pero, como no tienen una pizca de vergüenza, nada hemos mejorado, porque tanto me da que ahora muchos de los políticos corruptos tengan que pasar por los juzgados, cuando antes ni siquiera lo hacían, ya que los juzgan jueces con confesa adscripción ideológica y política, nombrados muchas veces precisamente por razón de ella, que también pecan de lo mismo y que contribuyen, de gravísima forma, a la generación de más confusión y al establecimiento de la más terrible desconfianza en una administración de Justicia que, simplemente leyendo algunas sentencias, se ve que hace tiempo ha dejado de serlo, haciendo tambalearse hasta los cimientos el básico principio de seguridad jurídica que constituye el más importante fundamento y pilar de un Estado que se pretenda predicar social y democrático de derecho.
Prescripciones e indultos que operan como auténticas amnistías; juicios con jurado que con su veredicto no reflejan justicia o cumplimiento de la ley sino un simple resultado electoral; dádivas y favores manifiestamente interesados a empleados públicos y cargos electos que son tenidos por sus perceptores como algo absolutamente normal y que encuentran su refrendo aprobatorio en los tribunales; facturas millonarias pagadas por informes y trabajos inexistentes a empresas radicadas en paraísos fiscales donde es inútil perseguir sus desmanes; directivos de empresas públicas que dilapidan impunemente los impuestos que pagamos dándose la vida padre en un desenfreno de ostentación que les hace ser más conocidos por adquirir lujosos palacios como vivienda y por sus habituales visitas a establecimientos comerciales de artículos de lujo, vehículos carísimos, o viajes de ensueño para ellos y sus acólitos a costa de su particular parcela del erario público que por los logros de su trabajo; pago de dietas de asistencia a plenos o reuniones en entidades y empresas con participación o representación pública en las que en realidad no les han visto el pelo desde hace tanto tiempo como para no recordar si están o no están en posesión del cargo por el que cobran; pagos e indemnizaciones millonarias percibidos por llevar a la ruina a las empresas públicas o privadas en las que tuvieron responsabilidades… Un total despropósito, en definitiva, que se notaba menos cuando todo parecía ir bien, cuando había dineritos, y que curiosamente ahora, y sólo ahora, cuando han venido las vacas flacas, nos escandaliza y nos hace poner el grito en el cielo obligándonos a salir a la calle a protestar y a manifestar nuestra indignación, mientras los corruptos, los tibios, los favorecidos por las prebendas y los interesadamente silenciosos sonríen sabedores de su más que probable impunidad como diciéndonos “ya, ya, pero a mí ahora que me quiten lo bailao”.
Y todo ello, a más inri, tratado sesgadamente por unos medios de comunicación adulterados con el tamiz de sus particulares dependencias y servidumbres, que los hacen premeditadamente ciegos a las evidencias y que nos obligan muchas veces a leer, con absoluta perplejidad, la misma e idéntica noticia en cada uno de ellos como si en realidad se tratara de cosas distintas, ya por la relevancia que dan al asunto (de toda a ninguna pasando siempre por la que interese a los que mandan en el cotarro), ya por la descripción de los hechos noticiables (fijando a veces más la atención del lector en el cuchillo o en las comprensibles razones o sinrazones del asesino y mucho menos o directamente nada en el hecho de que, oye, pues casualmente hay un muerto que deja esposa y varios hijos), ya por la persistencia en el tiempo de la noticia, que antes que ser sopesada en función de su verdadera importancia o trascendencia social general, ahora puede ser simplemente postergada y olvidada para siempre al día siguiente atendiendo a un dudoso criterio de oportunidad fundado en la adscripción política del medio o en las cifras de audiencia y en la venta de más o menos ejemplares del panfleto.
Y cuando surge de repente un juez valiente dispuesto a abrir la caja de Pandora y a investigar de verdad hasta llegar a las últimas consecuencias, no tardamos ni un segundo en ponerlo en la picota, no vaya a ser que su ejemplo cunda en otros y al final acabe descubriéndose todo el suculento pastel que alimenta a los pastores de la ingente corrupción o a la interesada y secular falta selectiva de memoria de este país para según qué cosas, qué casos y qué personas.
Pero es que todos somos culpables. Porque todo esto lo sabemos desde hace mucho tiempo y sin embargo, quizás temerosos de que la cuerda se rompa definitivamente y nos deje con el culo al aire en el más absoluto caos, hemos pensado aquello de “madrecita que me quede como estoy” y hemos seguido durante demasiado tiempo alimentando la bestia, tal vez confiando ingenuamente en que alguien o algo, un ente indeterminado y futurible o una suerte de “Tío de la Vara”, llegaría algún día a poner definitivamente orden y justicia en este impresionante montón de mierda.
El caso es que todos sabemos de alguna tropelía, abuso, cohecho, enriquecimiento sospechoso, nombramiento a dedo, comisión bajo mano, concurso público amañado a favor del familiar, del amigo, del adepto, concejal o alcalde “aprovechón”,… Demasiadas cosas ya como para, de pretenderlo, poder defender una pura, santa y bienintencionada ignorancia.
Aquí en León somos famosos por los doce sueldos de nuestra inefable presidenta de la Diputación Provincial, que gana más que el presidente del Gobierno porque, como ella dice, “yo es que trabajo mucho”, por un Ayuntamiento de una ciudad pequeña que inexplicablemente arrastra una deuda, injustificable, de más de 500 millones de euros, por una Caja de Ahorros que paga suculentas indemnizaciones o prejubilaciones a exalcaldes y miembros de su consejo de administración, y todos sabemos de políticos de muy diverso pelaje y carné que en quince o veinte años de ejercicio público y sin una riqueza previa conocida, notoria y declarada, han amasado patrimonios de cientos y quizá miles de millones de pesetas a todas luces imposible de justificar con sus sueldos, de vecinos o empresas locales que han sido contratados u obtenido beneficios con administraciones públicas de cualquier nivel por encima de otros mucho más capacitados, por puro amiguismo o por su afinidad política con el partido gobernante de turno. Un auténtico asco, …y aun así no estamos entre lo más notable del país, aunque ello no sea para alegrarse o sentirse orgulloso precisamente.
Lo peor de todo es que quienes en ocasiones sacan pecho y denuncian públicamente tanto desbarre parece que lo hagan casi siempre por cumplir formalmente con el papel de opositores al partido gobernante, o, en el peor de los casos, por la pura envidia del “yo también quiero”, porque de otra manera no se explica la tibieza de sus protestas y exabruptos, con los que consiguen notables titulares en la prensa pero que, sin embargo, normalmente acaban en autos de sobreseimiento judicial por falta de pruebas o en un conveniente cruce de denuncias que un día termina en los despachos con oscuros pactos de intercambio de contraprestaciones políticas para tapar la porquería con otra buena capa de mayor y peor inmundicia que sólo se entienden acudiendo a aquello de “hoy por ti, mañana por mí”.
Hay varias cosas que me llaman mucho la atención y que me confirman más aún si cabe en lo que pienso de nuestra “hábil” y preparadísima clase política:
Lo primero que a cualquiera se le habría ocurrido al reventar la burbuja inmobiliaria, habida cuenta de que los economistas parece que están unánimemente de acuerdo en su origen en las actividades especulativas, depredadoras y de injustificable codicia de la banca, cajas y resto de entidades financieras, habría sido ordenar al Banco de España enviar equipos de investigación e intervención a cada una de ellas para examinar su contabilidad y averiguar su situación real y el verdadero impacto de la crisis en sus cuentas. Lejos de ello, prácticamente desde el inicio del problema y casi sin preguntar se protege a todos ellos con la apertura de líneas de crédito oficial y avalado por el Estado, a bajo interés, para facilitar que la rueda, aunque esté pinchada, siga girando, y con la finalidad confesa de que el crédito a particular y empresas –que nunca ha llegado aún- siga fluyendo.
Todavía hoy es el día que no sabemos realmente cuál ha sido el daño que la pelota inmobiliaria ha dejado en nuestros más señalados bancos, y eso es porque se están esforzando mucho en que no lo sepamos. Que nadie tenga la menor duda.
Luego, con una diferencia de pocas semanas entre ambas noticias, sabemos sucesivamente por la prensa, por ejemplo, 1) que un conocido banco nacional condona la cuenta de intereses vencidos de su crédito a un partido político gobernante, y 2) que el presidente del banco en cuestión es favorecido por el auto de sobreseimiento judicial de una investigación abierta hace mucho tiempo por razón de unas cesiones de crédito que supuestamente han originado la evasión al erario público del ingreso en sus arcas de una multimillonaria cantidad en impuestos, y el motivo del sobreseimiento no es otro que ¡la prescripción del delito! En la práctica esto quiere decir, a mayores de lo evidente, que gracias a los retrasos convenientemente provocados en la investigación judicial, el banco y sus directivos se libran de cualquier responsabilidad por hechos delictivos que han podido ser efectivamente cometidos y que presuntamente han determinado una inicua merma de los ingresos públicos, pero que ya no podrán ser juzgados, amén de la convalidación que ello provoca sobre el injusto beneficio que el banco ha conseguido con esa actividad, que aprovechará, gracias a su astuta gestión, exclusivamente al banco, a sus estupendamente remunerados directivos y a sus accionistas. Y qué decir del último y apresurado acto del anterior gobierno, firmando el indulto de un banquero condenado por sentencia firme por un delito de probada falsedad… Sobran comentarios.
…Y lo cojonudo es que se supone que estos son los mismos bancos y entidades que nos cobran esas curiosísimas e incomprensibles comisiones de mantenimiento, de estudio, de apertura,… por tener depositado en ellos nuestro poco dinero, ahorrado con tanto esfuerzo, y que luego nos deniegan un puñetero préstamo de consumo de tres mil o cuatro mil euros a un tipo de interés del “euribor más lo que yo quiera en cada momento” si no les garantizamos con todos nuestros bienes presentes y futuros (convenientemente tasados según su particular interés, por supuesto), con la firma como fiadores de la mitad de nuestra familia, incluso la política, …y con un riñón y la mitad del otro que cumpliremos con la devolución de lo prestado. Dios, qué país…; o hemos perdido definitivamente la perspectiva del valor de las cosas o es que yo no me entero ya de la misa la media.
Por otra parte, en el país de la picaresca y de la falta de sentido común, no puede faltar, claro está, una mención a lo de nuestro impresionante fraude fiscal, cosa verdaderamente sangrante. Según las cifras más actuales del Gobierno, se estima que existe una bolsa de fraude fiscal anual de más de sesenta mil millones (el número impresiona más: 60.000.000.000 €) de euros, que se dice pronto -por señalar algo, para que nos hagamos una idea, sirva decir que con el doble de esta cifra se obtendría muy aproximadamente la del importe anual de los presupuestos generales del Estado-, de los cuales sesenta mil millones la administración tributaria detecta y recobra aproximadamente sólo una sexta parte (o sea unos diez mil). ¿Cuáles han sido las decisiones de nuestros políticos tendentes a mejorar estos resultados contra el fraude fiscal? Yo, a mayores de mucha palabrería, vanas y bien audibles protestas para la galería, declaraciones de buenas intenciones y tibias reformas legales, no las he visto por ninguna parte, así que parece que los defraudadores pueden seguir tranquilos. Por el contrario, lo más reciente que he leído es que se ha cesado fulminantemente a los miembros del equipo de inspección tributaria más importante y cualificado de España, …y no sé si atreverme a preguntar por qué, la verdad.
Y si todo esto es grave, lo del paro en España ya es para llegar directamente al paroxismo místico.
Es desesperante comprobar día tras día que absolutamente nadie se da cuenta entre nuestros ínclitos gobernantes de que el paro en este país no es un problema que se pueda resolver con simples reformas de la legislación laboral, del calado que sean. Esto es, desde mi modesto punto de vista, mucho más gordo que esas minucias, porque sociológicamente parece hoy que aún nos estemos mirando en el espejo de aquellos famosos pelotazos de los años ’80 en los que los listos “tratantes” de turno podían ganar con mínimo o nulo esfuerzo, de un plumazo, dinero suficiente para conseguir la más cómoda jubilación con treinta y pocos años y no tener necesidad de volver a dar un palo al agua en la vida, que ese fue el triste momento en el que, con grave quiebra ética, contemplamos cómo la especulación pura y dura, del “compra barato, vende caro, recoge el mayor beneficio posible y si puedes defrauda al fisco”, que siempre existió pero se mantenía discretamente en un segundo plano, se asentó definitivamente en la economía del país como un terreno profesional socialmente aceptado, incluso admirado, y mucho más lucrativo que el esforzado y duro trabajo de todos los días. Así fue el caso que un día en la tele preguntaban a los inocentes escolares qué querían ser de mayores y alguno te decía sin pestañear “yo, Mario Conde”. Tengo bastante claro que de aquellos polvos vienen estos lodos…
Nuestro paro, que a decir de los datos más recientes del gobierno puede llegar al término de este año a alcanzar a seis millones de personas en edad de trabajar (de un total de dieciocho millones, no lo olvidemos), viene además secularmente provocado por la ausencia de un tejido industrial y empresarial firme y seriamente asentado en la realidad de los mercados. Por el contrario, aquí las empresas aparecen y desaparecen como los champiñones, y se confunde conscientemente la necesaria elasticidad de un proyecto empresarial para adaptarse a las circunstancias de cada momento con el más puro oportunismo, desvalorando el esfuerzo de cualquier inversión si no lleva a un beneficio inmediato, porque el empresario avezado ha comprendido que en este país sale mucho más barato trincar el kiosco dejando barros por todas partes y generando unos costes económicos y sociales que “alguien pagará, que yo no”, que afrontar responsablemente las consecuencias de una gestión negligente del negocio que al final desembocará, incluso de forma provocada, en su quiebra y cierre definitivo.
Por otra parte, tenemos una clase empresarial que no sabe serlo, porque se ha olvidado por completo de la importantísima función social del trabajo y porque no ve más allá de ese beneficio neto a corto plazo. Y también es culpa nuestro paro de la total falta de control sobre actividades económicas de la llamada “economía sumergida” que opera en los mercados sin cumplir las exigencias legales y supone una competencia desleal para las empresas que sí las cumplen. Igualmente tiene responsabilidad en nuestro doloroso paro una regulación legal de la cobertura social al parado que, a mayores de ir en la dirección errónea, no dispone de suficientes instrumentos de vigilancia y favorece las situaciones de fraude.
Ya vimos que la campaña electoral de nuestro actual partido gobernante predicó insistentemente a los cuatro vientos, en clave de absolutismo neoliberal, la defensa de los intereses de empresarios y emprendedores, incluso enfrentando de forma incomprensible su posición con la de unos trabajadores por cuenta ajena escasamente productivos y nada competitivos, al tiempo que ponía como objetivo fundamental de su gobierno la creación de empleo. Y de la campaña de “los otros” mejor ni hablo, que también fue tremenda (hay que tener dos cojones y ninguna neurona para intentar convencer a nadie de que tú, que has estado gobernando en persona durante los últimos ocho años y no has hecho otra cosa que dejar todo como un erial, vayas a venir ahora con la varita mágica a traer las soluciones a los problemas que tú mismo has contribuido a crear o no has sabido solucionar; manda huevos…).
Lo de Europa y el euro, la situación económica internacional y la madre que los parió también da para una buena monografía que podría convertirse en best seller sobre las Tonterías. Lo de Grecia, que es gravísimo, es lo de menos en realidad.
Todo indica que los que tienen la pasta, esos que nos tienen tan bien agarrados por las gónadas, se están fabricando, por fin, sin prisa pero sin pausa, el nuevo y soñado escenario económico, fundado en el más absoluto poder de compañías multinacionales que controlan el mercado de las materias primas, el capital industrial, la distribución,… en el que tendremos que bailar, sí o sí, al son que ellos toquen, so pena de recibir un puñado de hostias adicionales a mayores sobre el callo de las que ya nos vienen dando sin excepción todos los días cuando vamos a sacar nuestras sufridas y sobadas carteras para pagar impuestos, tasas y arbitrios municipales cuya utilidad cierta cada vez ponemos más en duda, comisiones y gastos bancarios que nadie nos consigue explicar satisfactoriamente, la factura eléctrica que desde hace unos años parece que está orgánicamente viva, porque más que crecer parece que se reproduce, repostar gasolina a precios que nos hacen reír nerviosos mientras pensamos que más de la mitad de lo que pagamos por llenar el depósito son impuestos sobre el carburante que no sabemos a qué nueva e imaginativa componenda de nuestros políticos se dedicarán (no te digo ya lo del “céntimo sanitario”, que en realidad son casi cinco céntimos por litro, que se acaban de inventar aquí en Castilla y León), hacer la compra de auténticas gangas en el súper donde el precio de las ofertas más increíblemente “ofertosas” escapa por momentos a nuestro poder adquisitivo si queremos llegar más o menos indemnes a fin de mes, o comprar unos modestos zapatos de dudosa calidad; …y líbrete dios de no pagar, que rápidamente te ubican en las vergonzantes listas de morosos y entonces despídete ya para siempre.
Vengo diciendo desde hace años que ya da igual quién nos gobierne, y cada día que pasa estoy más convencido de que es así. Todos mienten, y lo hacen perfectamente, incluso cuando nos dicen la media verdad con la que día a día nos desayunamos, la que nos empuja a conseguir ir sobreviviendo una jornada más y que alimenta nuestra vana e ingenua esperanza de que en algún momento, aunque nosotros no lleguemos a verlo, todo cambiará por fin y podremos vivir en un mundo más justo y feliz.
De lo que parece que no se están dando cuenta nuestros astutos políticos es de que la cuerda ya está demasiado tensa para florituras y más decepciones, pero creedme si os digo que a ellos eso les da igual, porque siguen confiados en que con nuestra intuitiva perspicacia, sabremos apreciar que, después de todo, si nos movemos no saldremos en la foto, y en que comprenderemos que, y esto está claro, aún hay cosas mucho peores que podrían llegar (yo estoy convencido de que, si nada lo remedia, y no parece que vaya a ser el caso, esas cosas llegarán).
¿Qué hacer? No lo sé, la verdad. Se me ocurren muchas ideas, pero ninguna me parece buena.
La pelota puede que esté en nuestro campo, sí, pero siento que me pasa lo que a Messi; que con los nervios creo que la voy a chutar al público, a las gradas, en los morros de algún inocente espectador, en vez de a puerta.
Se me quedan muchas cosas por decir, pero, como preveía al comenzar, he conseguido un nivel de mala hostia que me parece ampliamente suficiente por hoy.
Perdón por el rollo.
Salud.
_________________ Luis 'Osby'. Jazzmaníaco impenitente
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