Quizás discrepamos por una cuestión puramente semántica, y sigo pensando que la música, ese agente externo, tiene la capacidad de provocar o estimular, como tú dices, emociones (y no me refiero a estados de ánimo), aunque dichas emociones son particulares a cada individuo.
Digo que tiene la capacidad, es decir, no necesariamente la provoca en todo el mundo, incluso se da que un mismo individuo puede experimentar algún tipo de emoción escuchando una determinada pieza y cuando la vuelve a escuchar en otro momento le deja más frío que un témpano, son muchos los factores que condicionan el fenómeno. No es como una estufa que la enciendes y mientras funcione correctamente siempre notas su calor, y necesariamente cualquier persona que se ponga delante siempre notará su calor. La música no actúa así, potencialmente puede provocar emociones —entre otras muchas razones, porque la música es multifuncional— pero no hay ninguna garantía de que las produzca, depende de muchos factores, parece que muchos se refieren al oyente, aspectos sociales, culturales, psicológicos, etc; y otros a las cualidades de la música (ese conjunto de sonidos y silencios que alguien ha decidido organizar o desorganizar).
Pero mejor que mis intuiciones baratas es el trabajo del décimo capítulo de
"El instinto musical" de Philip Ball, publicado por Turner Noema en 2010.
Resumen piadosoEl fenómeno de la emoción relacionada con la música es objeto de estudio. La investigación sobre el tema es multidisciplinar, y la ciencia que más se dedica a ello se llama Psicología Cognitiva. Hay diferentes corrientes, la formalista, la absolutista y la expresionista, pero todas aceptan que la música transmite emociones. Negarlo es saltarse a la torera el actual paradigma científico.
Rollazo cruelMe parece que te encantaría
"El instinto musical" de Philip Ball. De entrada en el ámbito académico no se duda de que el fenómeno musical provoca emociones en el ser humano, que es el tema colateral al concepto de "calidad" del que estamos hablando. Está claro que nadie niega que la música tiene la capacidad de emocionar, eso no es materia de discusión. Lo que hay son diferentes ideas del como lo hace.
Cito a Philip Ball:
"El tema de la emoción se ha convertido en un elemento clave del campo de la cognición musical". La psicología cognitiva forma parte del conjunto multidisciplinar de la ciencia que se dedica a estas cosas, y una de sus herramientas son las pruebas psicológicas de emoción musical.
En el décimo capítulo de este libro se dedica de pleno al asunto de las emociones, en este capítulo Philip Ball explica que hay una corriente de la psicología cognitiva musical con un enfoque que recibe el nombre de
"formalista", y que defiende algo que se parece mucho a lo que dices. Esta corriente insiste en que el poder evocador de la música es muy grande y básicamente el tipo de emociones que es posible experimentar escuchando música están vinculadas al recuerdo, también provoca emociones por asociación a partir de la experiencia individual. O sea todo son factores no musicales, aspectos externos a la propia música. Entiendo que la música cataliza esos recuerdos y los convierte en emociones que de otro modo no se producirían, o bien los sonidos se asocian a otras situaciones que se tienen archivadas en la memoria.
Y continúa explicando que John Sloboda (miembro de la British Academy) y Patrik Juslin (profesor de psicología en la Universidad sueca de Uppsala), afines a esa corriente y autores del
"Handbook of Music and Emotion:Theory, Research, Applications" dicen (y transcribo el párrafo) :
Una respuesta a la pregunta "por qué la musica tiene tanto poder emocional" es "porque así hemos decidido interpretarla". A un nivel fundamental del análisis, la música no es intrínsecamente emocionante, lo que la convierte en emocionante es nuestra forma de escucharla
Este enfoque defiende que dejando de lado la cosa evocadora o asociativa relacionada con la memoria, la posible emoción referida estrictamente al fenómeno musical es de índole intelectual: se valoran las relaciones formales que existen entre las notas, armonías, ritmos y demás, de la misma manera que un observador avisado es capaz de encontrar satisfacción en una partida de ajedrez bien jugada. Pero para eso has de estar puesto y has de tener un cierto nivel de conocimientos técnicos del lenguaje musical en un caso, y ajedrecístico en el otro, si no, no te comes un rosco, a una persona sin conocimientos, que es la mayoría de casos, las únicas emociones le vendrán del recuerdo y de la asociación con aspectos extra musicales. ¿Verdad que esto encaja con tu idea?
Y continúa explicando que hay otra escuela, la
"absolutista", que defiende que lo que la música transmite, sea lo que sea, es un ingrediente consustancial de la música propiamente dicha y no un fenómeno que dependa de nada exterior a ella. Son los que defendían, por ejemplo, que el modo mayor es intrínsecamente alegre y el menor triste, y que eso era una verdad universal, que cualquier individuo de cualquier cultura tendría sensaciones de alegría o tristeza según la música sonaba en un modo mayor o menor. Antes de leer el libro y sin tener ni idea de que había gente que se dedicaba al estudio de estas cosas e incluso habían diferentes enfoques, esta corriente era la que más coincidía con mis intuiciones de la cosa, pero parece que no triunfa mucho en el ámbito académico por dogmática y porque sus afirmaciones contienen alguna falsedad demostrable.
Y finalmente habla de los
"expresionistas", un último enfoque que coincide con los formalistas en el asunto de que la música expresa emociones, pero discrepan con ellos en el asunto de que las emociones se reduzcan al placer intelectual provocado por la admiración de la destreza de las soluciones musicales, ese placer que solamente se puede experimentar si se tienen suficientes conocimientos teóricos, y todo lo que no pase por ahí es debido a factores externos a la propia música… pero mejor copio los dos párrafos:
En contraposición a los formalistas, un "expresionista" absoluto sostendría que la música, efectivamente, expresa emociones, pero quizá lo haga sin referencia a factores no musicales ni a respuestas aprendidas. Algo tienen el tono, el ritmo y la combinación de notas que son capaces por naturaleza de emocionarnos.
Lo cual sería extraordinario. ¿Como es posible que sonidos de diferentes frecuencias acústicas que no guardan ningún parecido evidente con gritos ni suspiros ni demás ruidos humanos y que, por tanto, no podemos vincular fácilmente con patrones sonoros análogos que hayamos oído antes, cómo es posible, decíamos, que algo así se transforme en una emoción? Pues bien, la teoría predominante en materia de emociones musicales nos asegura que sí es posible, y sospecho que esa teoría tiene razón.
Y a continuación el autor plantea como desafío el descubrir cuales son la cualidades emocionales y sus efectos, y acepta que algunas cualidades emocionales propias de la música traspasan barreras culturales, por ejemplo los tonos agudos, que connotan felicidad, y los tempos lentos para expresar melancolía o serenidad.
Pero independientemente de si hay características universales y de cuales son, a la luz de las investigaciones interdisciplinares el autor no tiene ninguna duda en que la música posee cualidades que provocan emociones, y habla del factor sorpresa, de la cualidad de la incertidumbre de algunas soluciones compositivas, de ciertos ritmos (habla de la síncopa), de los efectos de los contrastes, de la fuerza emocional de la desviación en la interpretación cuando un músico interpreta música escrita conocida, de los trinos y los vibratos, de los adornos, de la infracción de las expectativas… y va haciendo un repaso a los investigadores y filósofos occidentales que se han dedicado a este campo del conocimiento y a sus aportaciones (hay un montón de textos académicos sobre el tema), para acabar el capítulo explicando, más o menos, que no todo el mundo está de acuerdo en que se pueda explicar la emoción musical en términos cognitivos, aunque haberla, hayla, me refiero a la emoción en la música. Al menos es la teoría predominante en la respetable comunidad científica.