
Marc Ribot & The Young Philadelphians «Live in Tokyo»
Es recurrente referirse a Marc Ribot como “ese eterno gamberro de la guitarra”… Ya desde su estelar participación en los legendarios “Rain Dogs” (Island, 1985) y “Frank’s Wild Years” (Island, 1987) de Tom Waits nos volvieron tarumbas sus extrañas líneas guitarrísticas, llenas de enigmáticas armonías y reviradas resoluciones rítmicas. Su inclasificable carrera discográfica no ha hecho sino confirmar que estamos ante un músico de variadísimos intereses musicales, que le han llevado con idéntico desenfado a transitar de la música “tradicional” cubana (“The Prosthetic Cubans” –Atlantic, 1998-) a los power trío rockeros (“Your Turn” –Northern Spy, 2013-), pasando por grabaciones más o menos jazzy (“Live at the Village Vanguard” –Pi, 2014-) o ese peculiar ensayo en torno a la creación de bandas sonoras para cine mudo que es su grabación en solitario “Silent Movies” (Tzadik, 2010).
Su última travesura discográfica está tan alejada de toda ortodoxia como cabía esperar. La formación es ya peculiar: al grupo digamos titular, los Young Philadelphians, que consiste en dos guitarras (la suya y la de Mary Halvorson, qué gracia encontrar a un músico como ella, con ese aspecto de no haber roto un plato en su vida, en un proyecto como este) más el bajo y la batería de Jamaaladeen Tacuma y G. Calvin Weston, se suma un trío de cuerdas (violonchelo, violín y viola)… el único instrumento que no es de cuerdas es la batería. Escuchando el disco resulta inevitable pensar en los Prime Time de Ornette Coleman (Tacuma y Weston militaron en aquella banda, y participaron en el “In All Languages” de Ornette –Caravan of Dreams, 1987-)… aunque “Live in Tokyo” es bastante más “sucio” que cualquier cosa que pueda haber soñado jamás Coleman: el rhythm&blues funkarra típico de la Philadelphia que da nombre al grupo (y donde nació, por cierto, Weston) conforma el núcleo sonoro de esta fascinante agrupación.
En fin, Ribot ha sabido utilizar el hermoso sonido de las cuerdas para equilibrar un cóctel musical que combina de manera irresistible las poderosas percusiones funkarras de Weston, el bajo rotundo de Tacuma y las guitarras desnortadas de Halvorson y suya propia, mediante unos arreglos tan sencillos como eficaces… las cuerdas, lejos de coartar el vendaval sonoro de sus compañeros, forman parte integral del cóctel, lo equilibran sin adocenarlo. Da gusto escuchar a los 7 músicos alimentando el ritmazo de Fly, Robin, Fly, y siendo alimentados por él… de nuevo esa golosa química emocional que solo se da (cuando se da) en el escenario. En Love TKO, en cambio, la turbulencia sonora nos llega a través de un tempo lento, algo diluido quizá pero potente en todo caso. Estamos ante una grabación de contrastes felices; ved, por ejemplo, cómo tras la larga TSOP [The Sound of Philadelphia], que tarda en entrar tras una introducción lenta de las cuerdas, y que en general tiene un tono relativamente “trascendente”, llega, en contestataria respuesta, el elemental ritmazo de Love Rollercoaster; o Love Epidemic, que abre la grabación de manera deslumbrante con ese irresistible juego sonoro medio desvaído entre voces, guitarras y cuerdas, y que luego se rompe gozosamente con la llegada del férreo ritmo del estribillo. Y entretanto uno se va hechizando poco a poco con las locuras instrumentales, las combinaciones sonoras, los abundantes puntos de soldadura que los músicos van encontrando y aplicando…
Un festín que no hay manera (o quizá no la he encontrado yo, ni falta que hace) de escuchar sentado. Marc Ribot conserva intacta la capacidad de sorprender… y para hacerlo a través de música fabulosa, además.
© Ricardo Arribas, 2016
The Young Philadelphians en acción:
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